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El primer antecedente histórico de este espacio
fue un "Tianguis de Música” que organizó la Universidad Nacional Autónoma
de México (UNAM) en 1980 y que, en principio, tendría una duración de un mes,
organizado por la entonces directora del Museo del Chopo de la UNAM,
Ángeles Mastreta.
Tal esfuerzo contó con la participación
de Jorge Pantoja, entonces promotor cultural y fue tan exitoso que el proyecto
se extendió dos años consecutivos, para pasar, gradualmente, a
convertirse una costumbre de comercio e
intercambio informales que fue dando cara al Tianguis tal y como lo conocemos
actualmente.
Esa primera versión del Tianguis, por iniciativa de
la escritora Mastreta, se ubicó en la calle de Enrique González Martínez, pero,
antes, esa misma calle, era identificada como
calle Chopo.
Tal desalojo, provocó que se buscaran nuevos
espacios para hacer del Tianguis, en principio, un espacio de intercambio cultural netamente. Una
primera opción fue un viejo estacionamiento ubicado en la Colonia San Rafael,
después se intentó en el Casco de Santo Tomás, cerca del IPN, para después
organizarlo en el estacionamiento de la Facultad de Arquitectura.
Empero, cada esfuerzo, no lograba consolidarse y de
alguna manera, el ya identificado Tianguis del Chopo, demandaba, en principio,
una congruencia entre el nombre del Tianguis y su ubicación.
Es hasta 1987 en que el tianguis ocupa su lugar, donde
actualmente lo encontramos; esto es, en las calles de Sol y Luna de la Colonia
Guerrero. Producto de acuerdo entre
algunos de los personajes que, comercialmente, fueron controlando la venta y
renta de bodegas que, justamente, están cerca de las calles de Sol y Luna y
ciertas autoridades de la Delegación el carácter contracultural del Tianguis,
en apariencia se ha mantenido, pero estructuralmente se ha consolidado, más
bien, como un espacio comercial donde la ganancia y la utilidad rigen la
convivencia a pesar, ciertamente, de ser una expresión de contracultural.
Es este rasgo el que hace, al Chopo, una especie de
Palacio de Hierro de la contracultura porque es un lugar donde se vende y compra
una imagen, el acceso a una identidad y, sobre todo, donde se lucra con la contracultura.
De la misma forma que el ser “Totalmente Palacio” da
una identidad y un estatus, ir al Chopo, compran en el Chopo es acceder a una identidad de contracultura, mediada por
lo comercial, que, en sentido estricto poco tiene que ver con la contracultura
y más bien mucho que compartir con el interés comercial que esta tienda
departamental comparte con el Tianguis. Alguien podrá decir, “Soy Totalmente
Chopo” y para lograrlo habrá de adquirir, consumir y representar, tal cual una
madre de clase media que va a Palacio de Hierro, una identidad que no es capaz
de construir pero sí comprar.
Finalmente, muchos de estos “líderes” que tenía
entre 30 y 40 años en 1987, son, ahora, más bien, personas de la tercera edad
que han extendido, at infinutum, su juventud y su “espíritu de lucha” pero que, en realidad, han
resultado beneficiados de un espacio de jóvenes para jóvenes y que gradualmente
ha sido cooptado por un mundo adulto que no ha dejado de alimentarse y
beneficiarse —literalmente— de lo que en principio era un espacio que iba más allá del sistema
dominante y que buscaba cuestionar las reglas, entre otras las de orden
comercial, para descifrar una manera ser y hacer alternativa expresada en el Tianguis Cultural del Chopo.
No hay que ir muy lejos en la lógica depredatoria
del capitalismo, hay que ir un poco más cerca, hay que ir al Tianguis del Chopo
y, tal vez, descubramos que no es el sistema económico en sí mismo; como una
forma de organización acicatada por la ambición y el dinero fácil; donde la
violencia es ejercida si se tocan esos intereses.
Desde 1987, antes de la apertura de la economía
mexicana, el Tianguis del Chopo ya era un gran negocio; posiblemente, debamos
ir a un lugar más cercano —¿acaso universal?—: el corazón de los seres humanos el que, entre otras cosas, podemos
encontrar la avaricia, la amargura, la avidez y una mezcla muy compleja de
sentimientos donde lo que se ve no es lo que parece; donde el líder de la
contracultura es más cercano, de lo que parece, a la forma de ver y entender la
vida social a cualquier empresario que
no pondera otra cosa que su interés privado, aún a costa de la vida, la ecología,
su entorno, sus pares etcétera. Habría que pensar la creación de espacios,
netamente contraculturales, donde se procure lo espontáneo, lo juvenil, lo
diversos y la tolerancia de la
diferencia, que alberguen la posibilidad de convivir y disfrutar una nueva
etapa de Tianguis Culturales en nuestro país.

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